La coyuntura actual nos hace replantearnos si es necesaria una revisión de nuestra comunicación, para hacerla más efectiva.
Si te ha impactado algo, para bien o para mal, el título de este post, me darás la razón en que hay ciertas palabras que nos hacen sentir de una u otra manera. Esa es una de las bases de la PNL (programación neurolingüística).
El lenguaje es la “Capacidad propia del ser humano para expresar pensamientos y sentimientos ….” según la RAE.
Como todos sabemos nos comunicamos no solo de forma verbal. Es más, esta gráfica representa los porcentajes que según un estudio realizado tiene cada factor en un mensaje:
Fijaos la importancia del lenguaje no verbal, el 55%. Solo tenemos que recordar las maravillosas películas antiguas en blanco y negro del cine mudo, para recordar cómo de cierta es la frase “una imagen vale más que mil palabras”. Veíamos las expresiones de las caras, del cuerpo…y “sobraban” las palabras porque nos llegaba la emoción…
Pero es cierto que, como dice Jose Luis Castellanos en su libro “la ciencia del lenguaje positivo”:
«Las palabras que elegimos marcan la biología de nuestro cerebro y por tanto definen nuestra salud mental, nuestro comportamiento…” .“El lenguaje es algo físico, afecta a nuestro cerebro y por tanto a nosotros mismos», explica. Por ello, asegura que «una persona que use y reciba un lenguaje más positivo puede ser más feliz».
La comunicación es el eje fundamental para que toda situación quede bien resuelta y positiva para todos los agentes que intervenimos en ella. Ya sea con un cliente, con un compañero de equipo, con nuestro jefe, nuestra pareja… Es lo que llamamos comunicación efectiva. Ahí entran muchos factores (el entorno, tipo de relación, estado emocional desde el que hablo, el momento en que me emito el mensaje, el lugar… y por supuesto lo mismo para el receptor).
Dada la situación actual mundial que estamos viviendo por el covid-19 y el aislamiento, nuestros pensamientos van a definir muy mucho cómo afrontaremos estoy como saldremos de ello cuando pase. Los pensamientos son la suma de las palabras. Tenemos un diálogo interno (lo que nos decimos a nosotros mismos) que va a ser detonante de la comunicación con el resto (palabras, tono, gestos….). Ello tendrá como consecuencia una comunicación efectiva o no.
Pregúntate de qué palabras nutres generalmente tus pensamientos. Son más optimistas o pesimistas (no se, no puedo, no soy capaz, que pensarán de mí, difícil, imposible…)
Llevándolo a la sobreinformación que estamos teniendo ahora mismo. ¿Cómo se queda tu ánimo (sentimientos) después de escuchar un telediaro o leer prensa? Te quedas más con palabras como muerte, infectados, contagiados, riesgo, …O te quedas más con palabras como solidaridad, ayuda, voluntarios, buena gestión…
¿Como lo gestiona tu cerebro, cuál es tu emoción predominante y tu comportamiento ?
Hay muchos estudios sobre optimismo que demuestran sus beneficios positivos. Para uno mismo y para su entorno.
El optimismo (o la falta de él) se refleja en todos nuestros mensajes (conscientes e inconscientes) y ahora más que nunca además en los correos electrónicos.
Algunas de las palabras negativas y pesimistas que vemos que se usan con frecuencia en los correos electrónicos de negocios incluyen: malo, cancelado, desafíos, queja, preocupación, conflicto, difícil, error, falla e imposible.
Te propongo este rápido pero eficaz ejercicio que te ayudará en tu día a día sobre comunicación efectiva.
Pregúntate si usas regularmente alguna de esas palabras. Y luego, revisa algunos de tus propios correos electrónicos recientes para encontrar algunas palabras negativas o pesimistas que usas habitualmente y no facilitan la comunicación efectiva.
Seguro que te darás cuenta de que hay algún correo que te gustaría no haber enviado. Quizá porque el destinatario reaccionó mal, las respuestas enojadas volaron de un lado a otro, y tal vez incluso tuvimos que levantar el teléfono para resolver el problema. Esto pudo resolverse si en esa llamada se utilizó otras palabras, tono…la famosa sonrisa telefónica y la empatía.
Con ese correo delante y reviviendo esa situación que no se resolvió como esperabas, vuelve a escribir el correo electrónico.Esta vez, exprésate con un lenguaje más optimista (no lo vamos a reenviar pero sí notarás el cambio en tí mismo y te servirá para tomar conciencia y hábito).
Por ejemplo, imagina que escribiste un correo electrónico que decía: «Será imposible para nosotros cumplir este plazo que me impones».
¿Hay otra manera de escribir ese correo, dando el mismo mensaje pero siendo más asertivo, optimista … ?Quizás menos desde el “enfado” que las palabras del otro me han causado y por eso yo respondo con esas palabras. Es necesario buscar una comunicación efectiva.
Podría decir: «Estos son los pasos que debemos seguir para cumplir con la nueva fecha límite que me propones». O tal vez podría decir: «¿Podemos evaluar de forma conjunta lo que conlleva esta nueva fecha y estudiar la viabilidad para que tenga el mínimo impacto para ambos?»
Tener más optimismo no solo mejorará tu satisfacción profesional. La investigación ha demostrado que el optimismo puede ayudar a reducir el estrés de una persona. A su vez, a menudo conduce a niveles más bajos de preocupación y ansiedad. Y esos son beneficios que cada uno de nosotros debería esforzarse por obtener y compartir con el resto.
Gloria Valle – Dto. Recursos Humanos Syntonize y Personal Coach.